La vida, como cualquier
sendero largo que se debe recorrer, está llena de piedras, de baches, de incertidumbre y de situaciones únicas en
las que se tiene la sensación de no poder continuar recorriendo el camino que
se tenía trazado. Muchas veces las circunstancias del destino, tal vez, te
golpean tan fuerte que hacen que se piense que ya nada tiene sentido y que no
vale la pena seguir adelante. Sin embargo, es la fuerza interior, la luz del
alma, la energía que emana no de los músculos sino del corazón, las que hacen
que se pueda continuar en la lucha y las que brindan ese poder de convicción
necesario para creer que, en medio de las tinieblas y de la oscuridad más
profunda, todavía existe un rayo de esperanza.
Nelson Mandela, aun en medio
de su encierro junto con la posible impotencia y desasosiego que debió sentir
en medio de las sombras más inimaginables, no se rindió, no se dio por vencido
y se mantuvo firme ante los embates que le fueron propinados. Mantuvo su ideal
y su plan intacto a pesar de las circunstancias y así logro lo impensado, lo
que para nadie era posible, acabar con las diferencias externas, unificando el
interior y propagando un mensaje de perdón, reconciliación y paz entre los
seres humanos. Nada de lo que aquel hombre
imagino y realizo hubiera sido posible si en la reclusión a la que había sido
sometido de manera injusta, hubiera desistido de sus ideas, si en el momento en
que su alma se encontraba herida, hubiera dejado atrás sus anhelos y sus
ilusiones, si en el instante en que estaba a punto de caer al abismo, no se
hubiera aferrado a sus sueños.
Algunas veces existirá la
posibilidad de que lo que se haga, pueda contribuir al mantenimiento de la
cohesión y la coherencia de los valores humanos. Otras veces los azares de la
vida harán todo lo necesario para impedir que lo que se esté tratando de hacer
pueda llevarse a cabo. Es precisamente en esas últimas situaciones en las que
se tiene que mostrar la fortaleza interior de cada uno, buscar fuerzas en donde
posiblemente no se van a encontrar, para
intentar salvar cada una de las metas y los sueños que se han propuesto.
Es indispensable que cada
quien, como lo hizo Mandela, sea capaz de tomar las decisiones que lo afectan
aun en medio del caos y aun sintiéndose al borde de la perdición, ya que solo
de esta forma se podrá superar dicho momento, solo de esa manera se podrá liberar
de los fantasmas que lo persiguen y se podrá emprender un nuevo camino en el
que se tenga como propósito aplicar los ideales que se habían planteado.
Saber que “soy el amo de mi
destino y el capitán de mi alma” como dice William Ernest Henley en su poema
Invictus, será el punto de partida, pues una vez que cada quien se dé cuenta de
que está en sus manos la posibilidad de cambiar el rumbo de su vida y con ello
el rumbo de la vida de los demás, podrá llenarse de valor y de entusiasmo para
continuar peleando y luchando aun en contra de los vientos fuertes, las caídas
y los golpes contundentes que nos causan heridas tan profundas que creemos, a
veces, que la vida en si misma ha llegado a su fin.
J.A.P Titavec
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